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Las autoridades iraníes han redoblado su represión contra los ciudadanos del país, a pesar de las protestas y movilizaciones que han tenido lugar en los últimos meses. La muerte de Mahsa Amini bajo custodia policial hace un año fue el detonante de una serie de protestas sociales que buscaban denunciar este tipo de abusos por parte del gobierno. Sin embargo, en lugar de ceder a las demandas de la población, las autoridades han intensificado su represión, dejando un saldo de más de 500 personas asesinadas, cientos de detenidos y ejecuciones sumarias.
Después del asesinato de Mahsa Amini y las masivas protestas que se desencadenaron, hubo señales de que algunos clérigos, políticos y miembros de las Guardias Revolucionarias estaban considerando ceder a las demandas sociales. Incluso se habló de que el régimen estaba en riesgo de implosionar debido al caos en el país. Sin embargo, estas expectativas no se cumplieron y el gobierno ha vuelto a imponer su mano de hierro, reprimiendo violentamente las protestas pacíficas.
Organizaciones de derechos humanos han denunciado que las autoridades iraníes han utilizado la tortura y los juicios sumarios para reprimir a los manifestantes. Desde septiembre del año pasado, al menos 697 personas han sido ejecutadas. El presidente Ibrahim Raisi ha acusado a los enemigos de Irán de orquestar las protestas para desestabilizar el régimen, pero estas acusaciones no han detenido la represión.
A pesar de las protestas y las condenas internacionales, las autoridades iraníes han intensificado su control sobre la vestimenta femenina. En abril, la policía anunció la instalación de cámaras en espacios públicos para localizar a mujeres con vestimenta considerada inapropiada. En junio, los estudiantes de la Universidad de Arte de Teherán protestaron por una nueva disposición que obligaba a las alumnas a llevar una prenda negra que cubría completamente la cabeza, el cuello y los hombros. En agosto, se arrestó a activistas y cantantes cuyas canciones fueron consideradas subversivas.
La duración de autocracias como la de Irán demuestra que, a pesar de la crueldad y los atentados contra las libertades humanas, estos regímenes pueden perdurar durante décadas. En el caso de Irán, el patriarcado ancestral se niega a renunciar al poder jerárquico que le proporciona el control sobre las mujeres. La religión, interpretada de manera selectiva para legitimar y justificar este orden de cosas, fortalece el sistema de represión y explotación. Los hombres en el poder están dispuestos a todo para imponer su perspectiva y mantener sus privilegios, a costa del sufrimiento y la humillación de las mujeres.
La situación en Irán es alarmante. A pesar de las protestas y la condena internacional, las autoridades continúan violando los derechos humanos y reprimiendo a la población. Es necesario que la comunidad internacional tome medidas para presionar al gobierno iraní y garantizar el respeto a los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. La lucha por la libertad y la igualdad en Irán aún está lejos de terminar.