El tema sobre el que pivota, en clave de comedia, se prestaba a un tratamiento ácido y tronchante; pero desde el inicio se advierten altibajos pronunciados, algunas reacciones demasiado exageradas y una resolución adecuada en su concepción, aunque plasmada de manera tibia. Eso mismo ocurre con los personajes, que en ciertos casos terminan agotando y rozando la antipatía. Compensan, no obstante, varias situaciones hilarantes y la moraleja que cabe extraer de esta especie de fábula cotidiana.
La magnífica relación de dos parejas de amigos íntimos se ve alterada cuando Léa, dependienta de una tienda de ropa, anuncia que está escribiendo un libro. En principio, causa perplejidad, incluso su marido la menosprecia. Sin embargo, la prestigiosa editorial Rémillard pública la obra, que vende miles de ejemplares en muy poco tiempo, convirtiéndose en el gran éxito literario del momento. Ello despertará súbitamente la envidia de sus seres queridos, alcanzando unas consecuencias insospechadas.
La chispeante presentación de los protagonistas, caricaturizando una escena que puede antojarse familiar, no tiene la continuación deseable. Los intentos por sostener la comicidad del film a toda costa llevan a estirar sus comportamientos hasta alcanzar extremos ridículos, increíbles o emocionalmente violentos.
Por el contrario, sí que acierta a presentar su mensaje de forma efectiva: el triunfo de la persona más sencilla y modesta del grupo destapa las verdaderas inseguridades y frustraciones del resto. Aun así, consigue hábilmente darle la vuelta a ese detonante y termina convirtiendo el extendido pecado capital en un resorte motivador que despierta el afán de autosuperación en los demás.
No resulta nada fácil empatizar con estos urbanitas insatisfechos que llegan a ser un tanto crueles psicológicamente; si bien el relato busca provocar al espectador, invitándole a pensar como le afectaría una circunstancia similar. El guion, pese a su agilidad, no funciona igual en todos los aspectos, flojeando particularmente en los últimos minutos.
La dulzura de Bérénice Bejo, en un papel excesivamente indulgente, y la vis cómica de François Damiens (Sácame de dudas) constituyen las mejores bazas del reparto, frente al histrionismo que exhibe Florence Foresti (Barbacoa de amigos) y el rol de egocéntrico machista asumido por Vincent Cassel.

Artículo redactado por la redacción de Axarquía Hoy. Somos de aquí y para aquí, buscamos la información veraz y la publicamos en nuestro medio.