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Esta espléndida película rusa, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura de su país, recrea con ánimo de denuncia un episodio trágico de indudable interés histórico. La masacre ocurrida en una ciudad industrial sirve como ejemplo de la represión y el oscurantismo impuestos por el Estado soviético en los tiempos de Nikita Kruschev, además de retratar la precariedad en que vivía la población. Se centra en un desgarrador y paradigmático drama singular para trascender de esos acontecimientos y mostrar la cara tenebrosa del partido en el poder, soterrada por su maquinaria propagandística.
A primeros de junio de 1962, los trabajadores de la fábrica de locomotoras de Novocherkask, en la región oriental del Don, se declaran en huelga por la bajada de sus salarios. Ello coincide con la subida de los precios de varios productos esenciales decretado por el Gobierno. El descontento generalizado provoca una masiva manifestación con miles de participantes que terminan concentrándose ante los edificios oficiales. Cuando el ejército hace acto de presencia y algunos agentes ocultos del KGB empiezan a disparar, estalla el caos. La hija de Lyudmila, militante muy comprometida con el régimen, ha desaparecido tras los disturbios.
Consigue de inmediato poner al espectador en situación e ilustrar con los detalles justos el clima de tensión, enojo y carestía que imperaba entre los obreros. Confronta esta visión con la percepción de las autoridades locales, incapaces de contravenir las instrucciones recibidas desde Moscú.
Recurre a los argumentos adecuados a la hora de quebrar esa distancia y cuestionar los principios de quien inesperadamente se convierte en víctima de la maquiavélica y disciplinada organización política. Jugando con este dilema personal tan elocuente, desarrolla la odisea de su protagonista, una madre coraje que recorre un calvario emocional asolador. Su desesperada búsqueda se estructura a través de distintos incidentes que completan el alcance de ese panorama opresor, llevando la intriga a terrenos conmovedores. Solo la resolución se antoja demasiado abierta y precipitada.
El diseño de producción cumple sobradamente con su cometido sin buscar lucimientos, mientras la fotografía, en blanco y negro, proporciona una acertada sobriedad.
La actriz Yuliya Vysotskaya (Paraíso), esposa del director, Andréi Konchalovski, vuelve a ofrecernos una magnífica interpretación, guiando a su personaje por la dura senda de la transformación psicológica e ideológica a que se ve abocado.